Si todos tus viajes han ido bien, es que no has viajado lo suficiente. Pues lo mismo para las Presentaciones.
Yo era Jefe de Calidad de una fábrica. Durante unos meses piloté el proyecto de adecuar el sistema de Gestión de la Calidad a la norma ISO9001:2008. Tras lograr la certificación pensé que el mundo no podía seguir girando sin que yo hiciese una presentación sobre ello. Asumí que el equipo de Marketing y Ventas de las oficinas centrales de la empresa ardería en deseos de verla.
La verdad es que arder, ardieron. Aún se respira el olor a chamusquina de tan inolvidable sesión. Me fui en pleno Julio a Madrid con un Powerpoint monísimo y sin chaleco salvavidas.
Ordenador conectado, mesa de juntas con unas 25 personas responsables del negocio en España y Portugal y yo deseando lucirme con una presentación que nadie me había pedido sobre un tema que a nadie de ese edificio le importaba un carajo.
Creo que no llegué ni a la 6ª diapositiva.
-«Oye, que todo eso está muy bien, pero dinos qué habéis hecho en la fábrica para solucionar en la fábrica el problema del sistema de cierre».
-«Ejem.. ¿perdón?»
-(Otra persona) «No sabemos ya qué explicar a los de ****** y a los de ******».
(omito por discreción, más que por confidencialidad; hace de esto 12 años y 7 desde que esta marca cesó fabricación y ventas en Europa; pero piensa en los mayores supermercados / grandes almacenes de España y acertarás).
A lo que me di cuenta había incluso dos personas en pie y señalándome literalmente con el dedo, acusándome de ocultar datos, de introducir un producto defectuoso a sus clientes y hasta de la muerte de Manolete. Recuerdo haber visto cierto gesto sádico de satisfacción en el director comercial que estaba sentado ahí delante, pensando en qué tipo de salsa usar para comerse los filetes de Marqueta que con delicadeza de Gourmet se estaba preparando en esa sala. Aquel contagio de ira dejaba al COVID-19 Coronavirus en mero aficionado.
Y entonces hice lo que debí hacer desde que había empezado a preparar esa presentación: enfocar a lo que realmente les preocupaba.
-«Está claro que la presentación que yo venia a hacer carece del mínimo interés. Así que cierro el portátil y seguimos con este tema mucho más importante. Sólo os pido 3 cosas: que me dejéis beber agua, me dejéis quitarme la chaqueta (el calor interno y externo me tenía achicharrado) y vayáis de una en una».
A ello añadí que reconocía mi debilidad por estar abordándose un asunto que había sucedido cuando yo ni siquiera era todavía miembros. de la empresa. pero no escurrí el bulto e hice mío el problema. Los siguientes minutos consistieron en dejar a las personas expresarse (alguna rebuznaba pero consideremos que estaba en su derecho) para así estabilizar la situación: ofreciendo respuestas claras (incluidos los siempre honestos «No lo sé») y comprometiéndome a seguir trabajando para normalizar aquello. Fuimos trazando un plan de acción que contemplara cada queja que me planteaban y de qué manera evaluaríamos que estábamos mejorando. En los meses siguientes aquello nos ayudó a que lográsemos reducir en proporción 8:1 las reclamaciones de cliente, lo cual nos convirtió en referencia en cuanto a calidad percibida por el consumidor ante la empresa amtriz en Europa.
Me di cuenta de que estábamos terminando la sesión cuando el resto de los presentes eran los que usaban mis explicaciones para calmar a la última persona que estaba en efervescencia. No pretendas convencer a todo un equipo en contra. Especialmente si se muestra deslenguada e histérica.
En resumen: yo había planteado de la peor manera una presentación: hacerla para ti y tu lucimiento. De modo menos aparatoso, es lo que se ve en la mayoría de los congresos con las presentaciones chusqueras de empresas enormes que se centran en hablar solo de ellos.
Afortunadamente nada es una derrota del todo si algo aprendemos. A ver, ese día reaccioné con puntería y estuve en estado de gracia. Pero igual que hemos de aprender de los fracasos, también hay que tomar nota de lo que hayamos hecho bien. Al terminar, arranqué una bonita relación de camaradería con aquel director comercial que se deleitaba viendo a su equipo prepararse unas rodajas de Marqueta a la brasa.
Aquella tarde aprendí ideas muy concretas que me han servido después. Si deseas conocerlas, dímelo y te las paso de modo esquemático.
Por cierto, creo que el olor a chamusquina aún perdura en aquel edificio.
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