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  • Foto del escritorDiego Marqueta

Vox


A nadie nos gusta nuestra voz real. Cuando la escuchamos en una grabación nos cambian los esquemas de una verdad absoluta. Ello nos lleva a negar la realidad de que tu tono real de voz está unos cuantos Hertzios por encima de lo que llevas percibiendo toda tu vida. – "Es que esa voz de pito no puede ser la mía". Pues sí que puede y sí que es. Veamos, la voz es algo serio. Dejando aparte ciertos subproductos sonoros (llamarlo música sería excesivo) que salen por el Spotify o en algunos bares, podemos decir que la voz es el síntoma básico de la inteligencia. Incluso la palabra escrita nace para suplir las carencias de la memoria: evitar que las gestas heroicas se pierdan en los tiempos por depender de bardos capaces de memorizar miles de versos. La voz humana está compuesta de dos partes:

  1. voz convectiva: es la que se escucha por la propia onda sonora a través del aire (como cualquier otro sonido) con destino los oídos de tus oyentes. Tus propios oídos también la perciben.

  2. voz conductiva. Producida por la resonancia de tu cuerpo (huesos, tejidos), en función de si proyectas la voz nasal como un dúo entre Eros Ramazzotti y Gloria Estefan o si empleas una respiración técnica diafragmática como en el Bel Canto. Algo así como si fueras la caja resonante de un piano. En esta voz conductiva, que sólo experimentas tú, predominan las frecuencias bajas.

Al escucharla en una grabación, en su cruda realidad, sin ese "subwoofer", sientes que le falta esa "calidez". Pues lo siento, esa es tu voz. Acéptala. Tampoco vas a hacerle la competencia a la cinta de los Pitufos. Lo que pasa es que llevas toda tu vida escuchando tu propia voz con ese aditivo de graves, que sólo existe dentro de tu cuerpo. Configurando tu auto-percepción con ese sesgo (o ese offset, para los amantes de los osciloscopios). Sin esa capa te sientes desprotegido. Es algo similar al cableado emocional que supone llevar escuchando la voz de tu madre desde que estabas en el útero. A través del líquido amniótico, te has pegado toda tu gestación dentro de un amplificador de su voz. Por eso te tranquiliza escuchar la voz de tu madre. A no ser que te llame, silabeando tu nombre y apellidos. Yo tenían un vecino que cuando su mamá lo hacía, se acojonaba hasta el portero. Por eso cuando tienes un problema y se lo cuentas a tu madre, incluso una frase tan sofisticada como «tranquilo, hijo, todo saldrá bien», lleva a tu cerebro buscar los cauces para solucionar el problema. Generas oxitocina como para regular tus emociones y generar Ácido gamma-aminobutírico (GABA) Usar adecuadamente la voz, gestionando los silencios, eleva tu impacto emocional. Creando la atmósfera adecuada y conociendo el punto de resonancia de tu audiencia. Y sabiendo que a veces se concatenan las condiciones acústicas y emisoras de manera explosivamente inesperada. Si has llegado leyendo hasta aquí es porque conservabas la esperanza de que contaría algún chascarrillo. Pues procedamos: Como aquel eructo que barritó mi amigo Carlitos hace 16 años. Él y Luis habían venido de visita a mi casa en Sitges. Análisis técnico de la situación:

  • El silencio: Propiciado por la noche y el cansancio recién llegados de un misión nocturna sitgiliana.

  • El eco: fruto de la delicada consideración de Carlitos al desviar su cara hacia el vano de la escalera.

  • El emisor: la propia y nauseabunda capacidad pulmonar de Carlitos, cuya atiplada voz traicioneramente escondía un arma sónica que descalibraba radiotelescopios.

  • La resonancia: su bramido debió de emitirse en frecuencia coincidente con la natural de la pared, dando lugar a dicho fenómeno resonante.

  • La estructura: se trataba de la pared maestra del chalet en que yo vivía en aquella marítima época de mi vida.

Conclusión: Que Luis y yo sentimos el mismo temblor sísmico y tuvimos inmediatamente la misma epifanía: Carlitos estaba a punto de echar abajo mi casa de un eructo. Una vez terminamos de re-colocar los libros en las estanterías, empleamos el resto de la noche en convencer a la Autoridad Portuaria de Barcelona de que era falsa alarma de Tsunami. Y es que no es lo que dices. Es como lo dices.

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