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Foto del escritorDiego Marqueta

Desnuda


En la Antigua Grecia, el gimnasio (γυμνάσιον) era una institución para la instrucción física y espiritual. Servía para socializar y compartir ideas: el germen del conocimiento.

Aristocles se ganó en el gimnasio el apodo «espalda ancha». Con ese nombre ha pasado a la posterioridad y le conocemos hoy: Platón. Luego también sucedían algunas cositas de machotes traviesos. Pero eso es otra historia. O bien anécdotas más inocentes como la que os conté el año pasado. La misma palabra griega γυμνός («gymnos») significa desnudez. Que era como se entrenaba: desnudos. Estábamos en plena eclosión del cul(t)o al cuerpo. Y eso que Instagram no se había inventado aún. Hay un par de verdades que considero absolutas: 1. después de hacer ejercicio te encuentras, sencillamente, bien; 2. existe una relación estrecha entre el entrenamiento y la desnudez de la verdad. Al entrenar emerge la realidad de cuán en forma estás: Dónde eres fuerte y dónde débil. Cuáles son tus movimientos fáciles y en cuáles eres como un triceratops hasta arriba de whisky.. Estoy hablando más allá de lo físico. De cómo al entrenar tu capacidad de comunicar, de presentar, comprendes lo que falta y lo que sobra. Quienes hayáis estudiado un instrumento musical o entrenado una disciplina escénica lo sabéis: no se entrena hasta que sale bien. Se entrena hasta que no puede salir mal. Se entrena la capacidad de saber contar historias que, en su desnudez, emocionen. De hecho a eso humildemente me dedico yo: a ayudar a equipos a extraer esa narrativa técnica, emocional y sincera que articula un proyecto. En ocasiones siento que no es que esa historia explica el proyecto. Sino que ese proyecto siempre deseó ser contado de esa manera. El irrepetible ilusionista argentino René Lavand remataba con una frase que atribuía a Arturo de Ascanio: «No hay nada más obnubilante que la verdad». Obnubilante. Sorpresiva. Como una de las características de un final o giro inesperado. Algunas pocas personas leen las cosas hasta el final. Así que imagino que seguirán siendo sólo unas pocas personas más las que sepan (no comento esto en LinkedIn ni en mi web) que he entrenado en aspectos de comunicación a algunos equipos de la Policía. De resultas de ello, me entreno físicamente cada cierto tiempo con uno de sus Grupos Operativos Especiales de Seguridad. Sin entrar en detalles: aunque mantengo el tipo, me viene bien como cura de humildad. Un buen día mío es como un mal día de ellos. Si es que esta gente alguna vez tuviera un mal día. Os podéis imaginar. Lo que me revienta es que además son todos personas estupendas, me ríen las gracias y poseen el excelente gusto de no leerme. En realidad lo doy todo sólo por la tortilla posterior. Otra ventaja de contar la verdad desnuda, sin ornamentos innecesarios (sin confundir "simple" con "cutre") es que te ahorras equívocos: Porque como, en vez de preguntar en tu ciudad por un gimnasio, lo hagas por un «lugar de instrucción física y espiritual», pues igual acabas en una casa de lucecitas de neón con una pelota de pimpón rosa en la boquita. Me lo han contado, ojo.

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