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  • Foto del escritorDiego Marqueta

Graceland

Me quité los auriculares tras escuchar la inspiradora "Graceland" de Paul Simon, mientras me aproximaba a la entrada de Graceland (Memphis, Tennessee, el último día Enero de 2009). Con sus cuatro columnas y frontón en plan Partenón griego.


Universo Elvis.


Esto no va de si te gusta Elvis Presley o si eres de los que conmemoran que hoy hace 44 años de su muerte.


Esto va de cómo el personaje supera a la persona Y cómo a pesar de ello la talla del hombre es lo que sostenía a su marca.


Como buen parque temático, aquella casa estaba repleto de salas con parafernalia del personaje. En una había paralelepípedos de cristal, cada uno albergando un traje de Evis, dispuesto sobre maniquí sin cabeza, como espectros de Elvis dispuestos a cantar. Algo así como los trajes de Batman. En la pared, cientos de discos de oro , platino y la mitad de la tabla periódica.


Apoyados en el suelo había pantallas mostrando escenas de conciertos de Elvis.


Experimenté hechizo instantáneo al ver y escuchar esta secuencia de "American Trilogy":


Que a mí me sigue poniendo la piel de gallina la manera en que se le oye perfectamente, con micro apartado, alentar como un general en la batalla (de hecho, es exactamente eso) en el crescendo final a la orquesta antes de re-entonar el "Glory, glory, hallelujah / His truth is marching on".


Este tema sonaría bien incluso en unos auriculares de Renfe (aun así, hoy constituyen lo mejor de todo lo que hace Renfe).


De repente lo entendí todo. En ese momento descubrí quién/qué era Elvis Presley.


No era sólo la extravagancia del avión privado con grifos de oro (como comprobé dentro) y un "TCB" ("Taking Care of Business") pintado con un rayo, como fulminando al timón de cola, en el estabilizador vertical. Quizá epítome de su propia existencia.


Era la calidad de su voz junto con la capacidad de movilizar al mundo, tanto los que estaban sobre el escenario (cosa que luego reprodujo Springsteen en sus conciertos) como a audiencias de todo el mundo.


Hizo una huida hacia adelante en el aparente declive de su estela rock n' Roll.


Abrazó el soul y el funky hasta que se convirtieron en una extensión directa de su marca.


Lo que tiene salir de la zona de confort: que al final la has ampliado.


Como cuando Pink Floyd nos atrajo en los '90 a muchos que no teníamos el menor interés en rock sinfónico lisérgico psicodélico; tras la (por mí) celebrada huida de Roger Waters, se sacaron de la manga el Momentary Lapse of Reason, el Division Bell y sus respectivos gloriosos directos. Cobraba todo el sentido escuchar a David GIlmour cantar, "Coming Back To Life" (Si eres de los nostálgicos de Pink Floyd de actuación en Pompeya y ladridos de perros, no dudes en escribirme).


Que cuando sientes que todo está destrozado es cuando precisamente peudes recuperar.


Que en la noche más oscura es cuando empieza el alba.


Lo que no sé por qué no me compré el trajecito de Elvis en la tienda de souvenirs al salir de Graceland.



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