En España se consumen algo menos de 5 kilos de café por persona y año. Como no todo el mundo consume café, eso equivale a unas 3 tazas de café al día. Una nimiedad comparado con los 9 Kg por persona y año de Noruega, Austria, Dinamarca o Suiza. No digamos ya los 12 Kg de café por finlandés y año. Acaban con el pulso como para robar panderetas. Y aquí un servidor es de los que no sólo consume, sino que trata de disfrutar de los aromas de un café. Algo casi imposible en el 95% de los bares de España, donde la cafetera no es algo a mimar sino un mero recolector de monedas. Es curioso que, con el auge de los cafés de cápsula (digan lo que digan los puristas del café, están más ricos que el 99% de los cafés que te tomes por ahí) el consumidor no exija más. En fin, somos así. Y luego ya está el Santo Grial de los cafés. Como la Westvleteren XII en cervezas o Château D'yquem en vinos: El Kopi (café) Luwak.
El luwak (civeta) es un tipo de vivérrido de Indonesia, como todo el mundo sabe.
Algo así como un gato-hiena que tiene una curiosa virtud: aun siendo carnívoro, sabe seleccionar las cerezas de café en madurez óptima y se las traga.
Las enzimas de su tracto digestivo dejan dichas bayas "a puntito", pero no del todo digeridas.
Luego, siguiendo el recto curso de la naturaleza, pues las defeca.
Y aquí empieza la gracia.
De la misma manera que algún muerto de hambre en su día vio un Brócoli y dijo «Como he podido vivir hasta ahora sin comer esto», pues los campesinos locales, privados del acceso al café de los colonos holandeses, recogían las bayas de café (recién cagaditas) del suelo. Luego era cosa de lavar (espero) tostar, moler e infusionar.
Hoy el Kopi Luwak es sinónimo de escasez y exclusividad (2 de los 3 principios básicos del marketing; hablaremos de esto otro día). Está considerado el café más caro del mundo. Hasta hace no mucho, una taza de espresso en Londres te podía salir a 50 libras. A pesar de que se ha pervertido el proceso y se tiene a los animales en jaulas, cebándolos a café para la posterior recolecta. Aunque seguramente sigue siendo el mejor café que te puedas tomar…
Pero lo que me llama la atención de todo esto es ese punto exacto que le da el bicho:
Una presentación memorable es aquella que no te lo da todo hecho.
No te aletarga, sino que te estimula para que saques tus conclusiones.
Te lleva a la acción.
Te invita a que recojas la idea «semi digerida» y que termines de darle todo el sentido llevando la idea a la acción.
Luego ya hay diapositivas que son una cagada.
Pero eso ya es otra cosa.
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