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  • Foto del escritorDiego Marqueta

La Pieza 65


Texto original: 27.Marzo.2006.

Archivo «Blógicamente - Pensamientos en 35mm»


Hace unos pocos días, tuve la ocasión de marcarme un pequeño doble placer: conversar con un amigo en un pub de Zaragoza. Como herramientas de apoyo: un par de cervezas. Ahora que lo pienso, entonces el placer era triple.

Entre diferentes temas de conversación, apareció sobre la mesa una metáfora que me dio a pensar mucho más después que antes de pronunciarlo. Me refiero a una de las mayores tragedias que le puede pasar a algo o alguien. Me refiero a ser la Pieza 65. Desde que el mundo es mundo, si es que alguna vez lo fue, se nos plantea la posibilidad de ocupar alguna casilla del tablero. Defenderla con orgullo o sin él, con pasión o sin ella, pero que sea nuestra casilla. No importa ser el constante, tenaz pero limitado peón; el estratégico, estilizado pero encarrilado alfil; el poderoso, envidiado pero amenazado rey. Lo único que importa es que de esas 64 casillas hay una que, en algún momento es tuya. E incluso podría desembarcar un nuevo ejército de piezas, que confrontasen con las anacaradas y las ahumadas. Hasta el momento en que sientas que todo está ocupado, que no puedes hacer nada, que tus aspiraciones no encuentran oxígeno o alas. En definitiva, que te conviertas en la pieza 65. Y cuando alguien es esa pieza, tiene tres principales opciones: rendición, ataque o exploración de nuevos tableros. No es mi cometido juzgar qué opción es la adecuada. Pero, tras reflexionar sobre ello, creo que aunque quizás ella no se dé cuenta, es precisamente la Pieza 65 la única que desde la distancia sabe cómo está el tablero en toda su profundidad. Ahora me pregunto si acaso es realmente lo peor que le puede pasar a alguien ser la Pieza 65.

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